Las pastelerías de Mocejón (Toledo)

Un año después me decido a inaugurar esta sección. Y no porque no haya habido lugares que se merezcan estar aquí por su buena cocina, su repostería u otras bondades sino, sencillamente, porque soy muy perezoso para hacer algo que los chinos llamaron «wu wei», traducido equívocamente como «no hacer», y cuyo sentido no es otro que hacer algo «inútil», es decir; sin objetivos egóticos.

El pasado domingo 24 de febrero, y a pesar de la ola de frío polar, nos aventuramos en una nueva excursión, esta vez a los Montes de Toledo, y más concretamente, al Pico Vicente. De camino quedamos con Rebeca, nuestra compañera toledana de pateadas, en su pueblo, Mocejón, donde visitamos sus dos pastelerías y que son el objeto de esta entrada.

Para describir sus delicias me remito a los comentarios de Antonio Trufas, el mejor catador de dulces que yo haya conocido:

«Aparcamos el coche en el Puerto del Robledillo después de visitar Mocejón, el pueblo natal de nuestra compañera Rebeca, quien nos condujo a dos de los sitios más emocionantes de su pueblo: las dos pastelerías. En la primera de ellas he tenido ocasión de degustar las mejores magdalenas de chocolate que he probado nunca: esponjosas, fuertes de sabor y adornadas con lágrimas de chocolate tierno. Las pastas, de azúcar o de chocolate, son igualmente deliciosas. Quizá los pasteles de bizcocho y las tortas de anís no son espectaculares pero son totalmente correctos. Y las palmeras de chocolate, piedra de toque de cualquier pastelería selecta, convierten este establecimiento en uno de los principales destinos turísticos de La Mancha. ¡Cuánto admiro el dulce! ¡Ay Don Quijote! ¿Quién se podrá extrañar de que tu adorado amor se llamase precisamente Dulcinea?»

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